Jueves, 22 Julio 2021

Relajación, buena vida y placer: Argentina lo tiene

En el mes del wellness, spa y relax te mostramos ocho destinos rodeados de plena naturaleza, descanso y excelentes comodidades.

Wellness. Dícese del equilibrio entre salud espiritual, mental y física: una sensación de satisfacción integral. Concepto que cotiza cada día más alto y que logró su lugar en la cima de las prioridades humanas, especialmente en los últimos tiempos por el contexto que nos atraviesa. Existen muchos métodos, tratamientos y espacios que lo fomentan y se ocupan de facilitar aquel codiciado estado de relax, placer y bienestar. Pero, ¿qué pasa si la encargada de ofrecerlo es la naturaleza misma?

Directo de las capas subterráneas de la Tierra emergen aguas con 5 °C más que la temperatura de la superficie y cuyos minerales producen una incontable lista de beneficios para el cuerpo y el espíritu. Estas son las famosas aguas termales. Argentina tiene variados recursos termales y cerca de 200 fuentes que van desde manantiales hasta complejos. Cifras como esas posicionan al país como el destino perfecto para ir en busca de esa riqueza vital en espacios donde renovar energías es moneda corriente y desconectar pasa a ser tarea fácil.

Azufre, magnesio, calcio, hierro, cloro y bicarbonato son las propiedades más comunes de estas aguas minerales que, no serán mágicas, pero tienen varios trucos bajo la manga. O, mejor dicho, bajo la tierra. Para empezar, al incrementar la temperatura del cuerpo, logran eliminar gérmenes, toxinas y virus. Aumentan la circulación y la oxigenación sanguínea, estimulan la digestión y el metabolismo, relajan los músculos, mejoran el sistema inmune, benefician a la piel y funcionan como tratamientos para lesiones y heridas. Pequeña lista. 

En Argentina se disfrutan aún más. ¿Por qué? Porque existen joyas escondidas en todo el país que ofrecen un catálogo de beneficios completo pero en entornos naturales y al aire libre. Entre montañas, ríos, rocas y copas de árboles, la distensión y el disfrute llegan solos. A continuación, ocho espacios termales inmersos en el bellísimo medio ambiente argentino.

1. Termas de Río Hondo, Santiago del Estero

Un clásico argentino. En los últimos años, la ciudad santiagueña reconfiguró su oferta y actualmente se posiciona dentro de los grandes puntos turísticos del país. A modo de resumen, es el destino con la mayor cantidad de pozos termales de América Latina. Esto la convierte en un lugar ideal para descanso, para reponer energías y volver a la actividad diaria completamente rejuvenecido y rejuvenecida.


A una hora aproximadamente de la capital provincial, además de Turismo Termal, la ciudad presenta excelentes propuestas deportivas – la cancha de golf del Termas de Río Hondo Golf Club, diseñada por Robert Trent Jones II, hijo del legendario arquitecto estadounidense, se convirtió desde su inauguración en 2018 en uno de los must del Turismo Deportivo de Argentina-, hotelería de primer nivel, uno de los autódromos más avanzados de la región, el Museo del Automóvil, un aeropuerto moderno y, por supuesto, la calidez de su gente. En Termas, el disfrute y la buena vida están asegurados.

2. Termas de Cacheuta, Mendoza

A orillas del Río Mendoza y a menos de una hora en auto de la Ciudad de Mendoza se encuentra un Parque Termal que, sin obstáculos, se convirtió en uno de los imperdibles turísticos más importantes de la provincia. No era de extrañarse, a los atractivos de las aguas termales que contiene se les suma un componente más que seductor: un entorno a los pies de la Cordillera de Los Andes.

Más de diez piscinas revestidas con piedras y rodeadas de verde invitan a sumergirse en aguas cálidas y 100% naturales que provienen del deshielo, cada una con distintas hidroterapias y temperaturas que van desde los 20 a los 43°C. El paisaje es de ensueño, una combinación entre aire libre, precordillera, mucho verde, piedras, agua y vapor. 

Junto a los piletones existen dos actividades que complementan la escapada de relax: opciones de tratamientos de fangoterapia y dos Vaporariums donde, mediante la inhalación de los vapores que emanan de los manantiales, se desintoxica el cuerpo y la piel y se ayuda al sistema respiratorio. 

3. Termas de Federación, Entre Ríos

Besando al río Uruguay, en el noreste entrerriano. Otro clasicazo en una provincia con una gran tradición en la actividad termal. Fue construida hace poco más de 40 años para reemplazar a la vieja ciudad homónima desaparecida por el lago artificial Salto Grande.

La idea de la reconstrucción fue un proyecto que tuvo el efecto ideal: hoy la ciudad es un símbolo de las aguas cálidas y siempre que se piensa en un spa Federación se sitúa en los primeros lugares. Todo esto se produjo gracias al esfuerzo de su gente y a la visión de la provincia de crear un gran destino turístico, moderno y súper hospitalario.

Si das una vuelta por estas tierras bendecidas ¡no dejes de tomar un mate con medialunas en la costanera durante la golden hour!

4. Termas de Sáenz Peña, Chaco

Conocida como La Termal, esta icónica ciudad chaqueña presenta una ubicación inmejorable, ya que al estar en el centro geográfico de Chaco, permite trasladarse con rapidez a Resistencia –capital provincial- o a otros puntos de gran interés, como Campo del Cielo –increíble lugar donde hace 4 mil años impactó una lluvia de meteoritos y en la actualidad se pueden ver valiosas piezas de ese episodio- o el Parque Nacional El Impenetrable.

Quien llegue a esta provincia y pueda recorrerla entenderá que Sáenz Peña es la parada indicada para tomarse un respiro y gozar de la buena vida. A esto se le agrega el legado de las colectividades extranjeras que se afincaron aquí hace décadas y en la actualidad son ejemplo de convivencia y diversidad cultural.

Chaco es el gran secreto argentino y parte de ese misterio glorioso se esconde detrás de las aguas mansas de Sáenz Peña.

5. Termas de Copahue, Neuquén

Un Centro Termal como pocos en el mundo. ¿Por qué? Porque es el único que almacena tantos minerales de calidad como fangos, algas, vapores y aguas mineromedicinales en un solo lugar. Con una superficie de más de diez mil metros cuadrados, cinco lagunas termales, programas de salud y belleza personalizados, fumarolas y hervideros – entre otros – es la sede perfecta para el relax. 

Su origen volcánico es el responsable de producir los recursos curativos. Estos se remontan a los tiempos de los indios Pehuenches; fueron ellos quienes descubrieron las propiedades del suelo y tenían sus rituales de baño en las lagunas que iniciaba con una ofrenda al dueño de las termas, “Aún-Co”. Copahue, en mapuche, significa “lugar de azufre”. 

Aquella acción volcánica diseñó el paisaje que, a casi 1980 metros sobre el nivel del mar, lleva la impronta patagónica de montañas y paisajes mágicos. De hecho, en el 2016 se lanzó el programa de Termas Nevadas donde se implementaron técnicas para aprovecharlas en invierno, cuando el acceso era imposible por los cúmulos de nieve alrededor. El paisaje teñido de blanco y decorado con el vapor de las aguas es, sencillamente, un lujo turístico.

El desarrollo de las instalaciones y la oferta de actividades dentro son inmensos: desde programas terapéuticos hasta otros dermatológicos, respiratorios, antiestrés y de belleza. Todos indicados por un equipo de profesionales médicos en base a las necesidades puntuales de cada uno. Máscaras de fango, hidratación, masajes faciales y capilares y más opciones integran la jornada de descanso en Copahue.

6. Termas de Carhué, Buenos Aires

En el extremo oeste de la Provincia de Buenos Aires se esconde este destino que, con el paso de los años, gana cada vez más terreno en el mundo turístico de Argentina. La combinación entre campo, buen clima, asado y descanso en sus aguas cálidas resulta perfecta.

Carhué cuenta con un plus de mística e historia que, difícilmente, se encuentre en otras termas del país. Muy cerca del pueblo se ubican las ruinas de la Ex Villa Turística Lago Epecuén, pequeña aldea que tuvo su esplendor en el siglo XX. Debido a una gran inundación sufrida en 1985, todas sus calles quedaron colapsadas por el desastre natural. En la actualidad, ya con el retroceso del agua, muchos turistas llegan hasta allí para tomar fotografías de las antiguas construcciones, devenidos en tesoros arquitectónicos. Es un viaje en el tiempo fascinante, repleto de historias.

Así es Carhué, un lugar que te permite hacer base para moverte a Epecuén, cruzar a la Provincia de La Pampa, disfrutar de la geografía de Sierra de la Ventana o simplemente poner la cabeza en off y parar el tiempo.

7. Termas de Fiambalá, Catamarca

Ahora es el turno de los colores del norte. Entre arcoíris rojizos pintados en la tierra y precipicios de laderas de la Cordillera de los Andes nacen aguas termales consideradas como uno de los principales puntos turísticos de Catamarca. Como siempre, sus propiedades relajantes y beneficiosas para el cuerpo funcionan como incentivo perfecto para acercarse, pero el toque final lo da el escenario. 

Las temperaturas de sus aguas distribuidas en 14 piletones – que fueron construidos ecológicamente de forma tal que se mimetizan con el entorno – comienzan en 28° C y pueden alcanzar más de 50° C. A su vez, están clasificadas por las características que las componen: sulfatada, hipertermal, alcalina, y más. Un oasis de paz a 1550 metros sobre el nivel del mar y a solo 12 kilómetros de la ciudad de Fiambalá.

8. Termas Del Jordán, Jujuy

El rojo, el verde y el turquesa conviven en perfecto matrimonio en las Termas Del Jordán, pozos naturales de hasta dos metros de profundidad que, escondidos en la selva de yungas, hipnotizan con facilidad a quien decida descubrirlos.

En la localidad de San Francisco – a menos de 20 km al sur de Valle Grande – se refugia esta maravilla jujeña desconocida para muchos. El principal distintivo, su color. Debido a las grandes cantidades de azufre y minerales de las aguas (que alcanzan los 30° grados), el celeste verdoso puro contrasta con las tonalidades propias de la vegetación que lo envuelve y crean un espacio digno de película. Mucho mejor que cualquier spa, ¿no?

El ojo de agua termal protagonista por estos pagos se llama “Laguna Azul”. Deslumbrante es poco. ¿La mejor época para ir? Entre abril y octubre, aquella que esquiva la temporada de lluvias característica de la zona.

foto de portada: Termas de Fiambalá

L/D

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